domingo, 29 de septiembre de 2013

Bangkok, mil ciudades en una


 (3)﷽﷽﷽﷽﷽﷽cer el templo del BuddBangkok. Una ciudad llena de contrastes, colorida y caótica, donde se unen las tradiciones ancestrales con las últimas tendencias, el caos y el orden, la opulencia y la miseria.

La primera impresión de Bangkok es el caos. Caos de personas paseando por la calle, caos de coches, antiguos autobuses, y motos con familias enteras que cambian de carril como si de una pista de coches de choque se tratara; caos de cables a lo largo de las calles que configuran el tendido eléctrico; caos de cocinas al aire libre y tiendas callejeras donde se venden viseras para los turistas, imagines de Buda y todo lo imaginable… un caos que te atrapa en sus calles y hacen de ésta una ciudad imprescindible e inolvidable.

 
Una de las principales calles de Bangkok en hora punta

 
El tuk-tuk, uno de los principales medios de transporte, es una forma rápida y económica de moverse por la ciudad.

Pero lo que más sorprende de Bangkok es el olor. Bangkok es una gran mezcla de olores a carne recién cocinada, a pescado seco, a hinojo recién partido. Huele al incienso quemado en sus miles de templos budistas, al humo que despiden los tubos de escape de las miles de motocicletas que transitan con tres, cuatro y hasta cinco personas, huele a rata y a miseria. Bangkok huele a la vida miserable de los cientos de las personas que dormitan en sus calles, los niños que piden limosnas o los conductores de tuk-tuk que te dan una vuelta por toda la ciudad por menos de un Euro, y los de aquéllos que intentan engañarte llevándote a los comercios ilegales a los que se entra por la puerta de atrás de Bangkok.

Cableado de luz y una familia entera paseando en motocicleta en el centro de Bangkok.

Caímos en uno de esos engaños y un conductor nos llevó a conocer el templo del Buda de la Suerte, un pequeño templo budista como tantos que existen en la ciudad.

La segunda parada sin embargo fue diferente. El conductor nos llevó casi a las afueras de la ciudad, y paró en una calle estrecha, que definitivamente no estaba en la zona turística. Allí nos hizo pasar a una tienda cuyo cristales estaban tintados de negro y dos BMW’s aparcados en la puerta. En seguida nos dimos cuenta de que era un negocio ilegal de joyas. Una vez dentro una señora nos preguntó amablemente si estábamos interesados en joyas, ante lo que pensé “¿acaso hay alguna otra cosa aquí?”, pero preferí no preguntar. Dijimos que sólo estábamos mirando, y en menos de 30 segundos la misma señora, con la misma amabilidad nos dijo que iban a cerrar para comer, por lo que salimos del local sin rechistar. Una vez fuera intenté hacer una foto del local, pero un señor no tan amable como la anterior señora me dijo que no hiciera fotos. Supongo que hice bien el papel de turista tonta que sólo quería una foto de la joyería que acababa de visitar en Bangkok, porque ni él ni ninguna otra persona que estuviera allí se dieron cuenta de que le hice la foto a la joyería una vez nos habíamos sentado en el tuk-tuk.

Joyería ilegal en Bangkok

Palacio real tras la lluvia

Pero es por la noche cuando Bangkok cobra toda su vida. Es entonces cuando los mercados de noche, paraísos del pirateo y el regateo, abren sus puertas para que miles de turistas compren copias de todas las marcas a precios irrisorios.

Patpong, uno de los bazares nocturnos de Bangkok.

 Un mujer vende souveniers junto al bazar Patpong.

Y es de noche cuando la otra cara de Bangkok asoma por la puerta y aparecen otros mercados menos morales de los que por desgracia los europeos somos espectadores o consumidores en mayor o menor medida. Los mercados de carne humana abren sus puertas al público para que los turistas miren y disfruten de shows de streptease, ping pong o prostitución. Mujeres que en su mayoría son vendidas desde países más pobres como Camboya y en muchos casos no llegan a la mayoría de edad. Un mercado inmoral que existe únicamente porque los turistas, europeos y americanos, hacen uso de él como si de una obra de teatro se tratara.

Dos prostitutas en la puerta de un bar de striptease en Patpong.
  
Bangkok es, en definitiva, una ciudad imprescindible y llena de sorpresas que seguro no deja indiferente a nadie… 

Venta de pescado seco en el centro de Bangkok.

Un hombre vende comida tailandesa en una de las miles de cocinas al aire libre en Bangkok.

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